Después de un año sin fumar, meses sin tomar, coger y comer gordo (triste entrenamiento) terminó el reto: corrí el maratón de la CDMX (aplausos por le dato y presunción al máximo). Con esto llegaba el descontrol total y el fin a las prohibiciones mencionadas.
¿Cómo festejar que partí madres en el maratón? Como siempre, buscando pretextos para subirme en el primero avión y largarme. Viajé, por recomendación del mapa, a la hermosa playa de Mahahual, un pequeño pueblo ubicado a dos horas de Chetumal (entre Bacalar y Playa del Carmen) con poco menos de 3 km de extension. La playa está rodeada de columpios y hamacas dentro del mar caribeño con siete tonalidades distintas de azul. El faro blanco que cuida a los habitantes se suma a una locura visual para los turistas europeos y sudamericanos que llegan ahí (Tinder mood on!).
Al bajar del avión en Chetumal, tomé una combi rumbo al destino final con todas las comodidades incluidas (incluso el guajolote que canta dentro). Al llegar al paraíso de Mahahual, todo parecía muy tranquilo y sí lo era (risas nerviosas recordando que mi objetivo era el descontrol).
Día 1
Caminé por el pequeño malecón del pueblo, muy limpio, lindo y de fondo, el mar que parece una alberca de diferentes tonos de azules (dicen que en un buen día, se alcanzan a ver hasta siete tonos), hamacas y columpios. Pero (típico que siempre hay un pero) sin el bullicio de Playa del Carmen que hubiera esperado (en realidad el pero no era grave, solo requería un cambio de mood).
Al día siguiente desperté con un desayuno increíble cortesía del Nacional Beach Club (con cortesía me refiero a que viene incluido con el cuarto). Me dispuse a 'snorquelear' en el Banco Chinchorro, la segunda barrera de coral más grande del mundo. Wow. Regresando del tour mágico musical, y por recomendación de una amiga que había estado ahí una semana antes, fui a comer directo a Fernando's, mariscos grandes: langosta a bajo costo y las mejores piñas coladas (sí, mi primer trago con alcohol después de meses fue una piña colada de señora). Después de un rico mousse de queso con higo me dispuse a ir a dormir.
Ok, día 1 sin descontrol, peeeeeero aún quedaban 3 días más, Tinder On! (sonaron grillos y viento al abrir mi tinder). ¿Qué opciones tengo? ¿Ligar de forma tradicional? Challenge accepted!
Día 2
Me fuí a Bacalar, un hermoso pueblo mágico ubicado en Quintana Roo, que contiene la hermosa y famosa laguna de 7 colores, ideal para bucear y chapotear. Con maleta lista llena de artículos indispensables, me dispuse a tomar la combi que sale desde Mahahual cada hora. El viaje a Bacalar dura una hora. Al llegar, caminé durante 15 minutos en dirección a los Aluxes, un pequeño hotel con salida a la laguna. Ahí nadé, comí, dormí por ratos y salió un poco de espíritu aventurero por conocer nuevas cosas, por lo que me embarqué en una lancha para hacer la ruta de los piratas: un recorrido increíble el cual suponen era el que hacían los piratas del siglo XVI. Después de comer regresé exhausto a Mahahual, asoleado y con ganas de una cerveza en el hotel, donde pude observar un ritual que hacían al mar para hacerle una ofrenda con inciensos y velas, lo que ocasionó que al final olvidará el objetivo de mi viaje y me dejara llevar con lo que pudiera ocurrir (el ligue tradicional tampoco funcionó).
Día 3
Spoiler Alert: Hola, descontrol total.
El día lo inicié en la hamaca, con mi primera cerveza en meses y unas pescadillas. Conocí a un grupo de extranjeros que al igual que yo, iban solos. Ellos con el objetivo de descansar y olvidar todo lo que en sus países les esperaba, yo... ya saben.
Ahí, en medio del mar y con un par de cocos de esos que los locales venden baratos, me quedé toda la tarde hasta que llegó una querida amiga que vive en Playa del Carmen pero que vivió en mi querido Mahahual durante muchos años. Ella me llevó a tomar un almuerzo a Nohochkay (increíbles tacos de camarón para los amantes de los mariscos) y ahí con amigos, cervezas y aguas de sabores, nos dio la noche. Nos fuimos a Travel In (apartado de los 3 km de playa) en donde probé las mejores honey ribs que he comido (aún salivo recordando). El lugar es excelente y el servicio de primera.
La noche no terminó ahí (no señores). Recorrimos todos los bares del pueblo (parece que no son muchos pero oh sorpresa). Empezamos con mezcales en Bluekay, ubicado en la playa con camas blancas y música tranquila para ambientar, seguimos con el Yaya Club (ahora si un poco más de música para bailar) y terminamos en el que anteriormente era el Hard Rock Café (una camioneta llena de mujeres y yo, me di cuenta que estaba dentro de una ladies night). El reggaeton y la salsa me tuvieron bailando hasta las cuatro de la mañana. Hubo descontrol, pero no mío: las mujeres a las que acompañaba se volvieron locas y disfrutaron de la vida nocturna que Mahahual tenía para ellas, yo... ¡me dediqué a cuidarlas durante toda la noche!
Día 4
Repetí el desayuno increíble del hotel, tomé un par de piñas coladas en las hamacas y partí en mi combi de regreso a Chetumal para regresar a la hermosa CDMX. No hubo sexo, drogas ni rock & roll, pero hubo mucha buena onda, playas increíbles y comida deliciosa. Supongo que lo demás vendrá después (¡por favor!).
¿Cómo llegue?
Vuelo directo con Volaris desde la CDMX hasta Chetumal.
Una Combi del aeropuerto de Chetumal con dirección a Mahahual.