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30 INVIERNOS EN ITALIA


Soy una mujer pequeña con deseos grandes. Después de un tiempo, los deseos grandes no caben en lugares pequeños y entonces se cumplen.

Soñé con Italia siendo niña, cuando de nada se es dueño excepto del aire que respiras, los sueños que guardas y el cielo que te observa.

Por Karina Juárez

En febrero, en invierno y en Italia cumplí un año más de vida con olor a nuevas oportunidades. Llegué a Italia con miedos, dudas, un corazón fragmentado y una mochila llena de sueños.

Viajé muy al estilo de Elizabeth Gilbert en la película "comer, rezar y amar" porque si vas a sufrir, que sea con estilo.

Comí, comí, comí y comí lo que se atravesaba en el camino: gelatos (sí, en pleno invierno y muriendo de frío), pastas, vinos, pizzas, carnes. La cocina italiana te ofrece un renacer en cada bocado.

Recé en el Vaticano y en Asís donde aprendí del silencio otra forma de hablar. Descubrí que viajar es mi mejor alimento espiritual. Amé el idioma, la comida, la cultura, la arquitectura de Roma, el arte de Florencia hasta el romanticismo de Venecia.

Una ciudad se conoce caminándola y como la vagancia ilustra, me dispuse a gastar las suelas de mis botas en la ciudad donde puedes respirar más de 2,500 años de historia y donde literalmente me perdí a la 1 de la madrugada. Con la sonrisa que no esconde nada, llena de ilusiones llegué al Coliseo; impresionante de forma tan magistral, tan extraño y al mismo tiempo tan natural. Reviví al ver frente a mí la Capilla Sixtina y La Piedad, fue como soplar las velas de mi pastel teniendo mi deseo frente a mí. Ya lo decía Jalaluddin Rumii: "Viajar es lo que te trae el poder y el amor de vuelta a tu vida".

Recorrí las calles del barrio de Trastevere para disfrutar de la famosa bebida Aperol Spritz y dejarme llevar por los colores naranjas y rojos tan característicos del barrio bohemio.

Alguien dijo que “las fuentes son motivo suficiente para justificar un viaje a Roma” ¡y cuánta razón tiene! lo comprobé cuando vi el puñado de fuentes hermosas como la Fuente del Panteón en el centro de la ciudad, la Fuente de los Cuatro Ríos en la Piazza Navona, la Fuente del Tritón en la Piazza Barberini y la famosa Fontana di Trevi en la Piazza di Trevi donde lancé una moneda para asegurar mi regreso al que para mí es el país de los suspiros. Roma tiene tantas fuentes que ofrece tours para conocer exclusivamente fuentes.

Suspiré agua por los ojos mientras paseaba en una góndola por el Gran Canal de Venecia escuchando “cielito lindo” con el acordeón de un músico italiano. El recorrido duró un momento, el tiempo exacto que dura la felicidad.

Italia es tan bonito que decirlo resulta redundante. Un país con mil caras de norte a sur, sin principio y fin. Italia es historia, es cultura, es ruina, es un museo al aire libre.

Aún no sé si en realidad conocí Italia o Italia me conoció a mí, pero comprendí que el viaje fue interno porque regresé con la seguridad de que todo cabe en un instante y que es el amor el que le da cuerda al mundo.

Descubrí que la felicidad aprendió a esconderse en cosas sencillas, como viajar ligera y volver a empezar.

Un viaje que ha servido para encontrarme, reconocerme, perdonarme, abrazarme y felicitarme. Celebrar tu cumpleaños número 30 en Italia, siempre es una buena idea porque a veces tienes que dar la vuelta al mundo para encontrarte a ti mismo.

Soy una mujer feliz, plena y orgullosa de lo que he hecho; con más arrugas debajo de los ojos, 30 años mayor, 30 años reforzada y 30 años más feliz.

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