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CHINA: Por la Ruta de la Seda


Caravana de cammelos en Dunhuang

De chiquita crecí escuchando las historias de Marco Polo. Soñaba con ver lo que él vio, caminar por donde él caminó, sentir lo que él sintió al ver China por primera vez. El camino de la seda es una de las travesías que tenía que hacer en mi vida. No sabía cuándo, ni cómo, pero tenía que hacerla. No por nada, mi papá me dice Marco Polita. Un viaje en tren por lugares que no puedo pronunciar para ver paisajes que sigo sin creer.

No sé qué desencadenó que comprara el boleto de avión y los boletos de tren. Una voz en mi oído diciéndome que este era el momento, una voz que me dio confianza, una voz que me dijo vamos. Si un sueño no se trabaja, se queda en eso. Y como buen sueño, eventualmente se olvida. Esta es la historia de una travesía soñada que se volvió realidad.

A esta ruta comercial se le conoce como el camino de la seda, porque esta tela se popularizó en occidente y los chinos eran los únicos que sabían cómo trabajarla. Caravanas de comerciantes viajaban hasta esta esquina del mundo por la seda y por otros tesoros como el jade, la porcelana, el marfil, el ámbar, el lino… Pero las cosas no sólo salían, sino que también entraban a este imperio. Fue por esta misma ruta por la que entró a China el budismo y el islam.

No es un camino recto, en realidad son varías rutas que conectaban a Asia con Europa. Sobre todo, a China con el resto del mundo: Mongolia, Pakistán, Persia, Siria, Egipto, Turquía (Constantinopla), Rusia, Etiopía... El inició, en China, es Xi’an (antes Chang’an) y fue por muchos años una de las ciudades más pobladas y plurales del mundo.

XI'AN

Para llegar a Xi’an hay que tomar un tren desde BEIJING o desde DATONG. Es una ciudad grande y moderna pero, a diferencia de Beijing, se respira un aire más tranquilo. Es relativamente fácil moverse en el metro al centro de la ciudad, un buen lugar para hospedarse es cerca de las torres del tambor y de la campana (Drum & Bell tower). Muchas ciudades chinas cuentan con estas dos torres que, en el pasado, eran utilizadas como instrumentos musicales y para dar la hora. Al amanecer se escuchaba la campana y al atardecer, el tambor.

Una buena bienvenida a Xi’an es ir a la Giant Wild Goose Pagoda, una pagoda budista construida durante la dinastía Tang. Una de las razones por las que fue construida fue para albergar los figurines de Buda que los viajeros traían desde India. La pagoda, en el exterior, tiene varias campanas que dan un toque musical al día si hay viento. Calcula estar en la Torre del Tambor justo al atardecer (de nada) y de ahí, al barrio musulmán (es un buen punto de partida para experimentar la diversidad cultural heredada de los tiempos en los que los comerciantes cruzaban el desierto de Gobi en camello es búsqueda de una tela exótica llamada seda) y déjate enamorar por los olores, la vista y la comida. Las mejores brochetas-kebaps del mundo están aquí (guiño guiño).

Una visita a Xi’an no está completa sin visitar a los impresionantes guerreros de Terracota: un ejercito funerario de soldados y caballos de este material. Se estima que existen alrededor de 8 mil soldados, 350 carrozas con 520 caballos, y otros 150 caballos independientes. Los trabajos para recuperar y armar todas las piezas siguen llevando a cabo pero ver a miles de soldados formados, cada uno distinto, da la sensación de estar en el inicio de una de las travesías más legendarias del mundo. No por nada, este ejercito es considerado una de las maravillas de la UNESCO.

MAIJI

Esta ruta ya no se camina, la forma más fácil de llegar de un punto a otro, es por tren. Así que aprovechando la facilidad del transporte, salí de Xi’an en dirección a uno de los lugares más bonitos y mágicos del viaje: la grutas de Maijishan (‘shan' significa montaña). Un complejo con más de 7 mil estatuas budistas esculpidas en una montaña. Las escaleras por las que puedes recorrer las grutas fueron agregadas después. Es decir, originalmente no estaban y las estatuas gigantes de Buda tenían el objetivo de ser admiradas a la distancia por los viajeros de la zona. Maiji es un must para los viajeros que quieran ver maravillas que estuvieron olvidadas por siglos. No hay demasiada gente por lo que podrás sentirte todo un explorador al caminar por las escaleras de madera suspendidas en la montaña mientras descubres Budas de todos tamaños y colores. Algunos casi perfectos, a pesar de su edad. Una joya que te roba el aliento a cada paso.

LANZHOU

Aquí es en donde respiras profundo. Suspiras. Ves las fotos del camino recorrido y añoras lo que falta. Recobras fuerzas y vuelves al camino; la ciudad es grande y moderna pero no hay tanto que hacer. Llegué aquí después de una noche en tren y el camino a Jiayuguan, la siguiente parada, es igualmente largo. Así que un hotel cerca de la estación de tren con agua caliente y aire acondicionado es un lujo que puedes darte antes de continuar la travesía.

ZHANNGYE

Esta esquina del mundo alberga una joya natural, las montañas de colores de Danxia. Es súper fácil llegar (vas a la central de camiones, enseñas la foto y ellos te suben al correcto). Durante el trayecto el paisaje se transforma dramáticamente hasta llegar a la puerta del parque geológico nacional, ahí es cosa de comprar un boleto y un camionicito te lleva a todos los puntos (puedes quedarte el tiempo que quieras, los camiones van y vienen todo el día). Por protección del lugar, está bastante restringido el caminar por las montañas por lo que sólo puedes admirarlas a la distancia pero sin duda es una de las estrellas del viaje.

Consejo: entre más soleado sea el día, más fuertes se ven los colores.

La otra joya (y despedida) de esta zona es Mati Si (Mati significa caballo), un complejo de templos budistas dentro de una montaña.

Tomé un camión que, se supone me dejaría cerca de la entrada pero, porque China, el mismo camión organizó cooperacha con todos los que íbamos al templo y ellos nos llevaron a la entrada y nos esperaron para regresarnos a Zhangye. Es uno de los lugares más bonitos del mundo. La caminata a las faldas del templo es de ensueño. Gracias a las banderas de colores típicas del sur de China, te sientes en el Tíbet. El templo consiste en pasajes de madera que te llevan, entre cuevas y estatuas de Buda, hasta un altar principal en la cima de la montaña.

JIAYUGUAN

A llegar, lo primero que pensé fue “fuck, hasta dónde me vine a meter”: calor de 40 grados, ni una sola sombra (el desierto se acerca) y la chela es caliente. No hay de otra. Es raro, parece que nadie te entiende (lo cual es cierto), que el calor va a terminar contigo y no estás muy seguro de por qué chingados estás ahí ya que la ciudad parece desierta y sin mucho que ver. Luego lo recuerdas: la primera torre de la muralla está a unos metros, junto con una sección de la misma construida sobre una dramática montaña negra (lo que hacía que los posibles atacantes mongoles no la vieran), y el fuerte de Jiayuguan, acá, además del fuerte que es impresionante, tus ojos ven el desierto y el pico nevado de las montañas más lejanas en la misma dirección.

No necesitas tener un tour contratado desde antes, ni pagar el tour del hotel. Pides un taxi, le enseñas la foto de google (en China no hay google ni Facebook, pero pueden descargar un VPN y no extrañarlos) y él te lleva. Ya hay cuota fija (todos cobran lo mismo) y te llevan a los tres puntos (es un mismo boleto que te van sellando). Algunos taxistas estás muy preparados con aplicaciones que traducen al inglés y otros solamente te llevan. Para ser justos, es obvio a lo que vas. No hay forma de que un turista occidental pase desapercibido; casi no hay. Ya para este punto del viaje, había perdido todas las esperanzas de encontrar buen café. Y aquí... tampoco lo encontré. Para las cafeteras y los cafeteros como yo, les recomiendo hacer algo que yo no hice: llevar en la maleta café instantáneo –peor es nada– ya que el agua caliente abunda por todos lados. Es lo que bebes en cualquier restaurante (sin té, solamente te dan el agua) y es eso o chela caliente. Escoge tus batallas (esta última frase favor de leerla con voz de mamá).

DUNHUANG

La entrada al desierto. Imagina cuando vas a la playa y el horizonte es el mar, el interminable mar al que por más que intentas, no logras ver su final. Ahora cambia el mar por dunas de arena. Interminables dunas de arena a las que, por más que intentas, no logras ver su final. Así es Dunhuang, el horizonte lo marca el desierto. Esta ciudad era el inicio (o el final) de las travesías de la seda. Es el último asentamiento humano antes de ingresar al desierto de Gobi y la primera ciudad que los comerciantes de occidente veían después de meses de arena. Aquí la tradición marca, cada vez que veas a un amigo, beber una copa con él; siempre podría ser la última copa y en el desierto, ni los amigos (ni los tragos) abundan (información importante para los amantes de la cerveza, en China se toma al tiempo y recuerda que estamos en el desierto). Me hospedé en Crecent Spring Town, un pueblo creado con toda la estética antigua caravanas, comerciantes y desiertos. Hay un bar estilo tibetano y pues nada, eres feliz y así. En Dunhuang, la estrella de la ruta de la seda, hay muchas cosas que hacer:

  1. Visitar el último oasis del desierto en forma de media luna (suena hermoso y sí lo es).

  2. Pasear en camello por las dunas (suena increíble y no lo es tanto).

  3. Ir a Yangguan Pass y pedir tu “pasaporte” autorizado por el emperador (es decir, jugar a que eres Marco Polo mientras efectivamente estás a la mitad del desierto en lo que antes era, una clase de migración y aduana china).

  4. Caminar a la puerta de jade y visitar los restos de la primera muralla (dinastía Han).

  5. Visitar las grutas más increíbles del mundo: Mogao Grottoes.

Yueya Spring o Crescent Lake es una clase de parque nacional que en lugar de parque, es un desierto. Y uno hermoso, por cierto. Acá puedes pasar todo el día escalando las dunas y disfrutando del paisaje, tienes la opción de hacerlo en camello, pero ojo porque es un paseo caro, corto y compartido con cientos de otros viajeros. La buena noticia, es que son tantas personas trepadas en camello en las dunas, que la sensación de estar en una caravana de comerciantes de seda, no queda tan lejos. El problema, el 90% de tu caravana tiene un selfie stick.

Uno de los lugares más bonitos para visitar es el oasis en forma de media luna, el nombre es muy romántico pero en realidad se está secando y por eso tiene esa forma (ingresar poquitas lágrimas . Eso sí, es hermoso de ver. Después de ver el atardecer desde una de las miles de dunas que puedes escalar, regresé al Crecent Spring Town y me fuía directo al bar tibetano. ♫ Sólo se vive una vez ♫. Palomita para el punto 1 y 2.

Me fuí a Yangguan y desde ahí realice un hike hasta Yangguan Pass. Aquí es por donde todos los viajeros, los que llegaban y los que salían, tenían que pasar y pedir la autorización del emperador. Por lo mismo, se convirtió en el principal testigo de la entrada de todo el conocimiento occidental, de otras religiones, otras formas de pensar y las mercancías de los lugares más exóticos del mundo. Después llevé a mis pies a los restos de la primera muralla que protegió a los chinos de los mongoles y para terminar, admira la puerta de jade. Acá hay que reservar un tour con un guía especializado (no es un camino que sea fácil y tampoco está marcado, y al menos que quieras perderte en el desierto agradecerás estar con laguien que sepa el camino). Palomita para el punto 3.

No hay mejor lugar despedirse de uno de los lugares más increíbles, que dándole la oportunidad a tus ojos de admirar la belleza de las Mogao Grottoes: 492 templos que resguardan tesoros budistas (no hay otra palabra para describir lo que tus ojos ven). Para venir acá tienen que reservar sus boletos por internet y, a menos que hables chino, esperar a que un “un grupo en inglés” se junte. Estas grutas son una joya de la ruta de la seda y las tratan como tal para asegurar su conservación: no fotos y siempre con un guía. Palomita para el punto 4.

El mejor lugar para terminar el mejor viaje por una de las travesías más increíbles del mundo. Por momentos me sentí Marco Polita. <3

 

Cómo llegue: Desde la CDMX volé a Houston y de ahí a Taipei y de ahí a Beijing (son casí dos días de vuelo). De Beijing a Xi'an es una noche en tren.

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