Marruecos, al norte de África, te permite tocar el mar Mediterráneo y el océano Atlántico, maravillarte con los montes Atlas, dormir en el Sahara bajo incontables de estrellas, descubrir lo altos y hermosamente feos que son los camellos, comer couscous hasta el hartazgo y la libertad de comprar cerveza.
Un viaje lleno de colores, sabores, mosaicos y paisajes sacados de libros de historia.
La primera decisión que tuve que tomar es si ir sola, acompañada o en tour. Confieso y admito que las noticias y los estereotipos del mundo árabe me pusieron nerviosa. Decidí ir en pareja, pero sin tour. Un justo punto medio y hoy –camino recorrido– puedo decir que fue la mejor opción.
FES
El viaje inició en la mística Fes y una de las mejores introducciones a este país: su medina, Fes-El-Bali (ciudad vieja) es de las más antiguas y no es tan turística como la de Marrakech (algo que siempre se agradece en lugares donde uno de los principales atractivos son los zocos –mercados– y el regateo es un arte cotidiano). Vale la pena perderse en el laberinto que conforma la medina y descubrir las fuentes, las mezquitas y los tesoros que la habitan (si te pierdes demasiado, por un par de monedas, los niños te llevan de regreso a tu hotel).
Uno de los imperdibles es visitar Chowara Tanneries y ver cómo se tiñe el cuero con métodos antiguos. El espectáculo lo ves al entrar a una de las tiendas con terraza, desde donde puedes observar el espectáculo que dan los curtidores (te dan hojas de té de menta al entrar para proteger a tu nariz ya que parte de los ingredientes con los que tiñen las pieles son el excremento de paloma y las heces de vaca).
Consejo: Para los amantes de los tapetes (como yo), Fes es un buen lugar para comprarlos ya que los zocos no son tan intensos como en Marrakech y los precios no son tan inflados (los de inicio).
Sal de la medina para visitar las fábricas de cerámica y mosaicos para ver el trabajo que hay detrás de este arte (Marruecos está lleno de mosaicos increíbles y si conoces cómo los hacen desde el inicio, los disfrutarás más).
Road trip: Desde Fes, es muy fácil encontrar tours que te llevan a Volubilis, Meknes y Moulay Idris en un solo día y vale la pena hacerlo. Volubilis es un sitio arqueológico que te hará sentir en la antigua Roma y desde ahí, la ciudad de Meknes famosa por su pasado imperial, por su vino y por su aceite de oliva (seguimos en Roma). Por todo el camino verás las cosechas de uva y olivos. De regreso, veras desde arriba los techos verdes de la ciudad de Moulay Idris.
CHEFCHAOUEN
La ciudad de Chefchaouen se encuentra a las faldas de las montañas del Rif y me atrevo a decir que es uno de los lugares más bonitos en Marruecos gracias a la brillante idea de pintar todas sus fachadas de azul. Las razones del porqué decidieron pintar esta esquina del mundo del color del cielo, son inciertas. Sus habitantes dicen que este color espanta a los mosquitos, aunque también simboliza el cielo, el mar y la libertad. Cualquiera que sea la razón, caminar por los callejones de su medina, perderse en tiendas de tapetes y joyerías, y disfrutar de un té de menta en la Plaza Uta el-Hammam, es una experiencia que se quedara contigo toda la vida. My dreams are made of blue.
Chefchaouen fue fundada por tribus bereberes en el año 1471 y su medina es una de las más pintorescas de Marruecos gracias a su influencia andaluza. Despiértate temprano y camina por la montaña en dirección a la mezquita andaluza para ver la ciudad desde las alturas. Una de las vistas más lindas.
Esta ciudad se disfruta a pie, perdido en laberintos azules y con pausas que saben a té de menta.
Good to know: Esta región del mundo tiene un problema: los cultivos de marihuana. Es común escuchar –hash, hash– de la boca de sus habitantes cuando los extranjeros pasan frente a ellos esperando que alguno les compre ya que se ha vuelto un destino popular para estas actividades. Y si bien soy de las que opina que cada quien fume lo que quiera, les pido que consideren la problemática de apoyar un turismo de drogas en un lugar en donde se está saliendo de control y la violencia es cada vez más común.
CASABLANCA
Viajar a Casablanca es viajar en el tiempo. Por un lado, el centro está lleno de construcciones majestuosas –estilo art-decó y neoclásico– abandonadas y bastante decadentes. Olvidadas e impresionantes (no por nada forma parte del Wold Heritage Site de la UNESCO). El vestigio de un pasado rico en donde es fácil imaginar a Louis Armstrong tocando en un bar de jazz o a Ingrid Bergman y a Humphrey Bogart saliendo el cine Rialto. Por otro lado, una gran parte de la ciudad está en construcción y solo deja a la imaginación lo majestuosa que será en el futuro. Una ciudad que fue y que todavía no es.
La razón por la que uno llega a esta ciudad y que es imposible no ver, es la mezquita más grande de Marruecos: Hassan II. Es uno de esos lugares que te deja con la boca abierta, se construyó en 6 años con la ayuda de 10,000 personas. Además, es de las pocas mezquitas en donde se permite la entrada a los no musulmanes. Los recorridos se hacen en horarios de no rezo (en Marruecos se reza cinco veces al día). Averigüen bien los horarios y compren sus boletos porque verla desde adentro, vale cada centavo.
MARRAKECH
Ningún viaje a Marruecos estaría completo sin una visita a Marrakech. Una ciudad caótica, ruidosa, saturada, problemática y hermosa. Una ciudad que esconde joyas arquitectónicas, culturales y gastronómicas en cada esquina.
Una ciudad que tienes que vivir para querer, odiar y extrañar.
Walking tour en Marrakech: la Madraza de Ben Youssef (antigua escuela de Corán), el Museo de Fotografía, el Palais Baia, las Tumbas Saadines, el Palacio El Baadi, el museo Dar Si Said, la mezquita Koutobia y la Plaza Jemaa El Fnaa (visitarla de día y de noche son dos espectáculos completamente distintos).
Consejo: Al visitar la Plaza Jemaa El Fnaa en la noche el deseo de integrarse en una bola de gente para apreciar algún espectáculo callejero es fuerte, pero háganlo con cuidado ya que los extranjeros son presas fáciles de carteristas que aprovechan los tumultos. MUJERES: en estas bolas de gente, también abundan los aprovechados con manos resbaladizas que aprovechan los tumultos para manosear a las extranjeras. Cuídense.
Road trip: Desde Marrakech viaja a Imlil para conocer la cultura Berber, comer rico y caminar mucho. Sin duda uno de los highlights del viaje. Caminamos más de cinco horas por los Atlas para atravesar los pueblos berberes y terminar comiendo en casa de una familia (de-li-cio-so). En el camino ves cascadas, nieves y los habitantes te reciben con sonrisas.
ZAGORA
El cierre perfecto de un viaje a Marruecos es una travesía al desierto de Zagora. Es un viaje largo pero sumamente interesante y bonito; pasas por el paso Tizi n’Tichka, el valle del Draa (el escenario se cubre de palmeras antes de llegar al desierto) y puedes parar (de ida o de vuelta) en Ouarzazate. Un lugar digno de Game of Thrones (Mother of Dragons sí filmó aquí #TeamDaenerys).
Una vez que llegas al desierto, el final del camino lo haces en camello. Y es tan lindo como suena. El reto es llegar justo al atardecer y una vez en el campamento (que cuenta con baños y tiendas de colores) te ofrecen té de menta, la cena y una fogata para despedir la noche. El cielo es la estrella de la noche (si tienes la suerte de ir con luna nueva será el cielo más estrellado de tu vida). Dormir bajo estrellas infinitas. ✔
Marruecos fue mi introducción a África. Y ahora, quiero más. 🖤
Cómo llegué:
Volé desde México a Munich, de ahí a Madrid y de ahí a Fes. Varias escalas que permitieron llegar a Marruecos a un precio bastante razonable y bastante cansada.
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