Uno de mis sueños, desde que tengo memoria y alma trotamundera, era subir a las nubes y visitar la ciudad de piedra que se oculta entre los Andes y el Amazonas. Una ciudad viejísima, abandonada y llena de misterios en el Valle Sagrado del Perú. Esta es la historia de cómo taché a Machu Picchu de mi lista de sueños por cumplir.
Por María Martínez Marentes
Sin planeación, de forma bastante abrupta y sin mucha investigación previa, me fui –por el camino largo– a las nubes. Hay muchas formas de llegar a Machu Picchu, en tren, en bus o caminando. Para los caminantes, hay varias rutas, la más conocida es el Camino del Inca pero yo hice el Trekking del Salkantay: cuatros días entre montañas para llegar a Aguas Calientes, el pueblo a las faldas del santuario histórico de Machu Picchu. Un caminar salvaje que hizo, con cada paso, que cumplir este sueño se sintiera más bonito.
Como la entrada suele ser temprano (puedes elegir tu horario, pero intenta alcanzar boletos para entrar a las seis de la mañana y evitar multitudes), la recomendación es dormir en Aguas Calientes, un pueblo lleno de hoteles, restaurantes y turistas. En mi caso, tener una cama de hotel y una regadera para mi solita, después de pasar cuatro días acampando, fue una maravilla por sí sola. También hice escala en la farmacia por aquello de las contracturas musculares y, por si tenían el pendiente, por un curita para pegar mi uña del dedo gordo del pie izquierdo cuyo color, después de la caminata del Salkantay, era azul con tintes morados (un minuto de silencio, por favor). Dormir en la civilización fue un merecido descanso antes de conocer una de las Nueve Siete Maravillas del Mundo Moderno y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1983.
Si tu boleto de entrada es a las seis de la mañana, tienes que estar una hora antes en el primer control de entrada. Esta puerta la abren a las cinco para todos aquellos que quieran subir los 1800 escalones hasta la cima. Dicen que el tiempo normal de subida son noventa minutos pero yo lo hice como en 130… Sin juzgar. Si al esfuerzo físico le sumas el clima húmedo, no importa que le ganes al sol… desde el minuto cinco de la subida, vas a estar empapado en sudor (al menos yo estaba así y prefiero pensar que es una condición normal que le sucede a todos).
La otra forma de subir, es tomar un bus que sale desde el centro de Aguas Calientes y te deja en el punto de entrada dos (o sea, hasta arriba) y te cuesta 30 dólares. Yo preferí pagar con sudor y lágrimas para mantener mi ego intacto (¡no caminé cuatros días para tomar un camión en el último trecho!). Pero bueno, que quede claro que hay opciones.
Es cliché pero la primera reacción que tuve cuando vi Machu Picchu fue un ‘no mames’ seguido de silencio contemplativo, ganas de llorar de la emoción y una sonrisa que no podía disimular. Me tomé una foto porque quería recordar el momento pero claro, recibí un golpe de realidad cuando me vi en la pantalla del celular: ¿quién chingados es esta, qué le pasó, por qué está empatada y con cara de que morirá pronto? Tal vez la foto pudo haber esperado un poco, mínimo que el sudor se secara tantito…
Lo primero que hice, antes de bajar a la ciudadela, es caminar (de subida) a la Puerta del Sol. Desde ahí es por donde entran los que hacen el Camino del Inca y lo lindo, es que puedes admirar la ciudad desde lo lejos y desde las montañas. Lo que hace que esta ciudad Inca sea tan especial, además de la locura de su construcción, es el lugar en donde está: entre montañas y casi tocando las nubes. Después, me dirigí al Puente del Inca, una obra de ingeniería bastante original para evitar invasiones: si algo hacían bien los Incas –además de construir ciudades de piedra en las nubes– eran sus caminos. Tenían caminos larguísimos de miles de kilómetros que conectaban sus ciudades y un precipicio no los iba a detener… El Puente del Inca se admira desde un camino de piedra súper angosto en un acantilado y al que, adrede, le quitaron un cachito. Si ellos querían pasar, colocaban un tronco de madera (el puente) y voilá, pero… si algún invasor quería cruzar, se encontraba con un hoyo directo al vacío (¿habrá alguna forma de aplicar un mecanismo similar cada que mi ex se aparezca?).
Ahora sí, la ciudadela: se dice que aquí vivían aproximadamente 500 personas que gustaban de la fiesta, la chicha y la buena vida. Zonas residenciales, espacios de ocio, templos, relojes astronómicos y espejos de agua. Por si fuera poco, las llamas caminan libremente por todo el complejo. Me tomé mi tiempo y caminé lento por cada rincón; no todos los días, una amanece en Machu Picchu. La versión oficial dice que Hiram Bingham, un profesor estadounidense, con ayuda de los locales, descubrió Machu Picchu en 1911. Pero hay pruebas de que Agustín Lizárraga, peruano, pasó por ahí en 1902. La importancia que la historia le da a Hiram Bingham es porque gracias a él, el sitió se empezó a estudiar y llamó la atención internacional. Hay muchos misterios que todavía rodean estas ruinas, teorías que se contradicen y mucha información falsa que sigue diciendo porque suena bonita... los arqueólogos todavía están escribiendo la historia pero mientras tanto, yo la pude caminar.
El gobierno peruano, en un intento desesperado de protección, restringe la entrada a 2500 personas al día y puedes convivir con todas-y-cada-una-de-ellas, entre las 10 y las 11 de la mañana (es el horario de mayor afluencia). Pero gracias a que yo pude ingresar poquito después de las seis de la mañana, yo ya estaba de salida cuando creí que la gente me asfixiaba. Al terminar el recorrido, fui por el sello de mi pasaporte porque #UnaVezEnLaVida pero advierto, seguramente se tendrán que pelear con alguna persona de nulo sentido común que cree que el sello es de su propiedad. Desde las nubes –2430 metros sobre el nivel del mar– inicié mi camino de regreso.
Machu Picchu checked!
Recomendaciones:
>Compren el boleto de entrada con anticipación y no olviden llevar su pasaporte (lo piden en la entrada).
>Traten de conseguir que la hora de entrada de su boleto sea la de las seis de la mañana.
>Aunque solo vayan a Machu Picchu y no hagan la locura de caminar cuatro días para llegar, lleven zapatos de trekking; en las ruinas se camina bastante.
>Antes de bajar a la ciudadela, vayan a la Puerta del Sol y al puente Inca. Una vez que bajan, ya no los dejan regresar.
> Lleven snacks y agua porque adentro de Machu Picchu no venden nada y en la entrada es carísimo.
> Sean felices y no dejen que la multitud les arruine la experiencia, ¡el lugar es espectacular!
Cómo llegué:
Desde Cusco, Trekking Salkantay a través de DENOMADES (súper recomendados)
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